IGLESIA DE SANTO TOMÁS APÓSTOL DE OLABARRIETA

Alto Nervión

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Zeberio | Bº Elizondo

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Resumen (PDF)

Elizondo sn (48499)

p.santotomas.zeberio@bizkeliza.org

Sorprende esta iglesia de Zeberio por sus dimensiones y ostentosa presencia en un dominante alto, que parecen excesivas para la que debiera ser una modesta anteiglesia rural. Sin embargo, en este templo se da una circunstancia que puede explicar esta entidad: la vecina villa de Ugao-Miraballes recibió del señor de Bizkaia su patronato, además del derecho a que los habitantes de Zeberio pudieran avecindarse en la nueva población pasando a gozar del estatus de villanos. Esto hizo que la parroquia estuviera dividida: era patronato de la villa, y sus feligreses eran en parte “patronos”, vecinos de la villa (dos tercios aproximadamente) y en parte “infanzones”, habitantes de la Tierra Llana (el tercio restante). Una situación que motivo frecuentes tensiones e incluso litigios, pero que en cualquier caso hizo que la iglesia de Santo Tomás fuera un emblema y una referencia para unos y otros, que parecen haberse empeñado en dotarla de una simbólica monumentalidad.

EDIFICIO [1]

Su planta [2] es una nave divida en dos tramos más una gran cabecera recta marcada por un elevamiento del suelo con respecto a la nave y por el abovedamiento. Los tramos son desiguales, más largo el primero que el segundo, y es bastante mayor aún el presbiterio –tanto que en él se abren capillas laterales–.

A este edificio base se han ido añadiendo elementos. Al ábside dos capillas, como va dicho. Otras dos al primer tramo. Un par de pequeñas estancias que sirven de almacenes: una al lado evangelio, en la cabecera, de planta irregular; la otra a epístola entre las dos capillas. Fuera del buque del templo están el husillo, el pórtico perimetral, la nueva sacristía elevada por encima de aquel, la torre a los pies, un probable osario al noroeste y, la más reciente, una pequeña habitación para albergar la maquinaria de la calefacción.

Un conglomerado de construcciones que, salvo la monumental torre, no restan protagonismo al cuerpo de la iglesia.

En el espacio interior [3] [4] domina un ambiente de unidad. Y también exteriormente [5] ya que los anexos –con excepción de de torre y sacristía–, quedan unificados bajo el amplio tejado del pórtico.

Se apareja en mampuesto en general alargado salvo en algunas partes del conjunto, como torre y sacristía, donde la sillería es protagonista, al igual que en cantoneras y enmarques de vanos. Esta fábrica queda vista al interior, mientras que está generosamente raseada al exterior, aunque sin llegar a cubrir completamente el material.

En el muro norte, en la zona de soldadura entre cabecera y primer tramo, se observa al interior un corte en el aparejo [6], bastante regular verticalmente en origen (antes de instalar las rejillas de la calefacción) que podría deberse a un parón en la obra.

Siguiendo los muros puede apreciarse que todo el perímetro del templo se ha sobreelevado alrededor de dos metros, quizás con motivo del abovedamiento. En ese recrecimiento se abren a norte y sur, en la vertical de los contrafuertes, algunos vanos de ventilación de la sobrebóveda.

También en esta zona sobreelevada, a los lados de la torre, asoman dos aliviaderos [7] en los que se han tallado las que parecen unas ingenuas cabezas de león. Resultan de función incierta en esa ubicación, a la que tal vez fueran trasladadas desde otro lugar al construirse la torre.

El pavimento es madera, reciente, salvo en parte del presbiterio, de losas de arenisca. Esta zona está elevada con respecto a la nave, y aún lo estuvo más hasta que en los años sesenta del siglo XX fue ligeramente rebajada.

Se aboveda [8] la iglesia con crucería. En los tramos [9] [10] es con terceletes, con nueve claves, pero en la cabecera [11] la bóveda es estrellada de seis puntas irregulares con trece claves. En los ángulos del testero [12] las puntas de la estrella forman un ochavamiento rellenando el espacio con bovedillas también de crucería, de tres nervios radiales y una clave más. Además, hay nervio espinazo general con sendas claves sobre los cruces con los fajones. Estos y los formeros son moderadamente apuntados.

Las abundantes claves van talladas salvo al último tramo, donde son lisas. En los ochavos del presbiterio se representa a Santa Catalina [13] y un hombre vestido con jubón [14]. En el espacio principal de esta cabecera está al centro Santo Tomás [15] –titular del templo– con su escuadra, y a su alrededor se alternan coronas apóstoles y santos, que parecen ser (partiendo del más cercano al testero) San Bartolomé [16] con su gran cuchillo, San Juan Evangelista [17] con cáliz, San Pablo [18] con espadón, San Andrés [19] y su aspa, Santiago el Mayor [20] con sombrero de peregrino y bastón y quizás San Simón [21] con una sierra. Al fajón, San Pedro [22].

En el primer tramo la clave mayor se destina a San Miguel [23] pesando las almas y alanceando a un monstruoso diablo. El resto llevan alternativamente cintas entrelazadas y angelitos sosteniendo filacterias [24], salvo la más occidental, con imagen de mujer orante (Magdalena?) [25]. La clave del segundo perpiaño es para águila explayada [26].

Las claves del segundo tramo, como va dicho, son lisas.

Los soportes de esta ilustrada bóveda son ménsulas colgadas en los flancos, en los cuatro rincones de cada tramo y en los puntos que conforman la base de los ochavos de la cabecera.

En total son doce elementos con algunas leves diferencias entre sí. Son de tipo vaso, cuartos de esferas reducidos a la mitad en los rincones, con enchufe inferior como para haber recibido una columnilla que nunca se dispuso. Las esquineras de la cabecera son lisas [27], pero la mayoría lleva decoración vegetal de raigambre tardogótica a base de cardos, vides… y sobre ella un anillo en el que cargan los nervios [28] [29] [30] [31]. Sólo las de la cabecera están historiadas: al norte un personaje que sostiene ¿una filacteria que pasa tras su cuello? [32], al sur salvaje –con su cuerpo lleno de vello– en cuclillas sustentando la peana [33].

Tanto en estas ménsulas como en las claves la talla es bastante ruda, mejorando en los motivos vegetales y geométricos.

El estribado del templo es a base de sólidos contrafuertes [34] coincidiendo con las ménsulas interiores. Los de la cabecera son oblicuos, igual que los de los ángulos de los pies –uno de ellos embebido en el husillo de acceso a la antigua torre–. Los otros son perpendiculares. Pese a mínimas diferencias todos responden al mismo planteamiento, arrancando de un zocalillo para subir con algunas breves dejas hasta lo alto de las paredes, justo por debajo del recrecimiento. La excepción son los cuatro de la cabecera, con un fuerte escalonamiento bastante más abajo. Esto parece indicar que la construcción sufrió un parón –tal vez coincidente con el corte interior al que nos referíamos más arriba– y que al retomar las obras se optó por un nuevo sistema de estribado.

El tejado [35] es a cuatro aguas en la nave y a tejavana en sacristía y pórtico (que engloba el resto de los anexos).

El ambiente unificado del interior de la iglesia resulta bastante diáfano a pesar de que el templo es ciego a norte, según la tradición de la tierra. Hay tres grandes ventanas a mediodía [36]: dos óculos, uno al presbiterio –más pequeño y bajo– y otro al primer tramo, y un vano apuntado [37] de grandes dimensiones al segundo segmento. En el testero se abre otro óculo [38], éste con tracería –perdida en los anteriores–, aunque parece estar intervenida. En todos el derrame se moldura en dos sucesivos cavetos tanto al interior como al exterior. Hubo un óculo más a los pies [39], de más sencilla molduración, pero fue cegado al construirse la torre.

Todos estos vanos nos llevan al final de la Edad Media, al igual que los dos de asiento del coro. Uno está cegado [40], en el muro norte, y sólo queda de él el hueco escarzano y los asientos. El otro, al muro de los pies, se conserva íntegro [41] [42], con los asientos, el antepecho de sillería, la ventana geminada en arco deprimido y el mainel facetado que en la parte baja de los chaflanes lleva picos. Conserva además unas contraventanas con herrajes que podrían remontarse al siglo XVI.

En este mismo hastial de poniente hay dos ventanas más [43], adinteladas, cuadrangulares con derrame tanto al interior como al exterior y túnel rebajado [44]. Se sitúan a los lados de la torre y serían abiertas cuando se construyó ésta.

La iglesia dispone de dos accesos. El de los pies [45] está descentrado hacia la derecha y cobijado por la torre. En lo que se puede apreciar es apuntado de largas dovelas radiales y con la rosca marcada por un bocel que cae a basecillas molduradas [46]. Su cañón es escarzano, conservando los quicios. Integrado en la base de la torre –que oculta la mayor parte del dovelaje–, a sus lados hay sendas aguabenditeras [47] de caliza negra, de vaso en perfil mixtilíneo, muy moldurado, y con remate para venera con florón y trozos de frontón entre los que asoma una cruz con ráfagas. Si la puerta es tardogótica, éstas son unas magníficas piezas rococós.

Hay otro acceso al sur [48]. Es un medio punto, aunque de dovelas algo más cortas, con mismo sistema de túnel [49].

A este cuerpo principal del templo se le irían añadiendo elementos. Quizás las primeras fueran las capillas [50]. Son muy homogéneas formalmente, aunque más anchas y profundas las del primer tramo que las de la cabecera. Sus embocaduras, muy similares, son en arco apuntado de perfil a base de cavetos. Se abovedan [51] con crucería simple de nervios diagonales que caen embebiéndose en el muro, sin apoyo alguno. Sus claves muestran imágenes de Santiago el Mayor [52] y San Lorenzo [53] en las más cercanas al presbiterio, San Bartolomé [54] y un sol [55] en las otras. Salvo en la última, las imágenes van enmarcadas por molduras polilobuladas con bolas.

Una de las capillas, la mayor del lado epístola, presenta una ventana [56] apuntada geminada por doble tracería trilobulada y arriba burbuja de cuatro pétalos.

El coro [4] ocupa la mitad del último tramo. Todo él en piedra, su frente es un arco rebajado muy amplio y atrevido, que en sus extremos apea en pilares cajeados que acogen relieves muy finos de telas con colgantes, flores y frutas [57]. La riqueza decorativa afecta también al intradós del escarzano, recorrido por una cadeneta [58] geométrica manierista de rombos, cruces y rosetas entre las que se intercalan unas llaves de San Pedro. Al extradós van querubines, telas y flores. Las enjutas llevan bandas diagonales aboceladas y con pomas. La base del antepecho es una secuencia escalonada de friso de casetones y potente bocel torso.

El bajocoro se aboveda [59] con terceletes con combados sinuosos. De claves lisas aunque con agujeros para postizos, los nervios cargan en ménsulas [60] de anillo con florón pinjante, sustituidas en los rincones postreros por simples bases aveneradas [61].

El antepecho es de hierro, de cuatro segmentos de barrotes con doble nudo ahusado, que en los capitales se enriquece con acantos [62].

Se accede a este espacio a través del husillo, que se abre en puerta de medio punto de cinco dovelas con las aristas naceladas [63].

Es este coro, como puede apreciarse, un elemento complejo tanto constructiva como decorativamente.

El mencionado husillo [64] comunicaría también con las sobrebóvedas y con una torre anterior, que, por lo que sabemos, era de madera. Adosado a uno de los contrafuertes de los pies, por fuera es un prisma de planta cuadrangular que acoge el espacio cilíndrico [65] por el que asciende la escalera de caracol, de peldaños de piedra engatillados en nabo recto –que llegaban más arriba que en la actualidad, como indican las marcas de escalones arrancados por encima del paso al coro [66]–. Se ilumina mediante varias pequeñas aspilleras. En sus paredes aparecen grabados unos círculos concéntricos [67] dibujados a compás, de función incierta (¿trazas de una cúpula que en otro tiempo pudo rematar la escalera?). El ingreso a esta escalera es desde el sotocoro, por un paso adintelado [68].

La sacristía [69] es uno de los espacios más singulares de Santo Tomás de Olabarrieta. Es una estancia en alto, por encima del nivel del pórtico, permitiendo el tránsito por él.

La parte inferior, toda ella en sillería, es un túnel [70] marcado por tres sólidos arcos rebajados sobre impostas de placa, que como decimos salva el pórtico y se abría hacia el exterior a través de dos nuevos arcos hoy cegados, generando dos habitaciones hoy utilizadas como almacenes. En esta zona cuenta con cinco contrafuertes que nos hacen pensar que esta construcción buscaba también estribar el templo por este lado.

Encima de esta planta baja se construye la sacristía propiamente dicha, aparejada en mampuesto con sillares en recercos, esquinazos y cornisa. Se llega a ella desde la cabecera del templo, a través de un túnel en arco rebajado [71] y una escalinata que termina en puerta adintelada con la clave resaltada. Es una habitación amplia [72] [73], con un piso de anchas tablas y techo de sólida viguería sobre la que hay un camarote hoy sin uso ni acceso. En su muro norte (común con la iglesia) se excava una doble hornacina-armario. Se abre al exterior a través de dos balcones a mediodía, adintelados recercados de placa con orejetas, uno de ellos con un ventanillo de ventilación encima; al exterior las repisas de estos balcones son engoladas. Hay otro vano a poniente, que hoy está tapiado; con moldura de placa al interior de la habitación y escarzano al exterior, era la salida a una estancia anexa, una vivienda hace décadas desaparecida.

Los muros rematan en cornisa de sillería engolada. Al exterior pueden verse el desagüe del sacrarium (aguamanil) y un sillar liso, sobresaliente, que tal vez fuera un reloj de sol en otro tiempo.

Por encima un tejado a una vertiente genera un espacio bajocubierta hoy inaccesible. Los remates de los cabrios han perdido en parte sus cabezas talladas al haber sido recortados con motivo de algún retejo.

Hay otras dos pequeñas estancias anexas a la iglesia. Al sur, entre las capillas, un almacén cuadrangular al que se accede desde la del primer tramo por paso adintelado, se cubre con cielo raso y se ilumina mediante una aspillera.

Más interesante es la habitación que se abre al norte, que probablemente será la que la documentación llama “sacristía vieja”. Encajada entre uno de los contrafuertes angulares y la primera capilla –por tanto de planta trapezoidal–, se llega a ella desde la cabecera mediante ingreso adintelado de túnel escarzano [74] cuyo perímetro exterior aparece rebajado en ángulo recto en la mitad superior y achaflanado en la inferior, como si fuera fruto de la ampliación hacia debajo de una hornacina, lo que explicaría su irregularidad interior: sería una estancia no planificada inicialmente, sino improvisada en algún momento. La hoja de la puerta presenta decoración de cuarterones para paños plegados flanqueando una ristra de hojas, motivos que parecen una evolución de las hojas de servilleta del primer tercio del siglo XVI. Ya dentro, se enlosa con baldosa cuadrangular de barro cocido [75] y se cierra con una cortísima bóveda de medio cañón transversal a la nave, entrando la luz por una nueva saetera.

Pero lo más singular de este reducido almacén es que en sus paredes, raseadas, alguien planteó el diseño de las bóvedas del templo [76] [77] [78], si bien sólo uno de los dibujos coincide con lo realizado. Da la sensación de que este espacio fue un taller en el que los canteros que cubrieron la nave estudiaron las posibles opciones a desarrollar.

La torre [79] se alza a los pies, enlazada con el pórtico. Por dar cobijo al acceso se descentra hacia la derecha, asimetría sin embargo no demasiado evidente.

Se apareja completamente en sillería arenisca al exterior, aunque en mampuesto por dentro [80]. Abajo [81] es de arcos de medio punto moldurados al extradós y sobre imposta, abovedándose en crucería octopartita cuyos nervios esquineros descansan en ménsulas [82] de vaso glifadas que se conectan mediante una cornisa moldurada.

El cuerpo principal, al que se accede desde el coro a través de puerta adintelada, es un esbelto fuste que alcanza el nivel del tejado. Resaltadas sus esquinas, los paños rematan en placas recortadas. Se abren en él ventanas abocinadas a oeste y sur.

Una cornisa recta marca el paso al cuerpo de campanas [83]. Éste arranca de un zócalo decorado con volutas, círculos, netos para rombos… Encima va el campanario propiamente dicho, con chaflanes para jarrones con vistosos vegetales y en las caras mayores vanos de medio punto con barandas de las que chorrean placas recortadas y caladas. Estos huecos van entre pilastras acanaladas que sobre un nuevo entablamento se prolongan en jarrones. Se cubre con cúpula que al exterior presenta costillas con volutas y encima un cupulín bulboso para cruz-veleta.

Ciñe totalmente el templo un pórtico [84] muy homogéneo, aunque sabemos que parte de él hubo de desmontarse y luego recuperarse cuando se construyeron sacristía y torre.

Es una solución popular de tejavana apeada al muro en canes; en la torre las ménsulas se sustituyen por aparatosas zapatas barrocas [85]. Al exterior los soportes son pies derechos con jabalcones en madera sobre cerca de piedra enlosada.

La mayoría de estos pilares [86] son de aristas achaflanadas, y las tornapuntas se decoran con dientes y chaflanes a veces ovoides. Destaca no obstante el situado junto al husillo [87], con volutas talladas, y su correspondiente par recorrido por línea de puntas de diamante, de afán culto.

En una de las losas del muro perimetral aparece una inscripción en la que se lee Jose de… A… A [88]. Otra losa muestra cruces patadas [89]. Todo de fecha incierta.

La solera es un encachado de canto rodado menudo y de trozos de teja formando dibujos geométricos de estirpe popular [90] [91]: ruedas solares, nudos de Salomón, flores, ondas, laberintos, elipses, ruedas, espirales, etc. En la parte de la cabecera, al sur, va la firma del empedrador, Min (Martín) de Gorostiça 1628 [92].

Como se ha indicado, al norte hay un par de estancias más. Entre las dos capillas un muro encierra el equipo de calefacción. No presenta más interés que su puerta [93], de goznes lanceolados y rectos que será pieza del XIX reaprovechada.

Más al oeste, después de la capilla, hay una extraña estancia [94] poligonal sin acceso desde ningún sitio, cuya parte baja se extiende en forma de banco macizo hasta el contrafuerte esquinero. Suponemos que es un antiguo osario.

 

El evidente interés de Santo Tomás de Olabarrieta contrasta con la oscuridad documental que rodea su biografía. Desde luego nada hay hoy relacionable con su presunta fundación en 1190, tal como relata Iturriza, suponiéndola traslado desde un solar anterior popularmente identificado con la actual ermita de Santo Tomás Zaharra (Viejo). Cuenta la leyenda que cuando se quiso rehacer esta ermita se acarrearon piedras desde el monte Mandoia, pero cada noche los vecinos de Olabarrieta se llevaban las piedras a su barrio, donde querían que se construyera el nuevo edificio, acabando por salirse con la suya1ITURRIZA y ZABALA, vol. I, p. 344. PÉREZ URRAZA, 2009, nº 14, p. 54..
En cualquier caso, hay que esperar hasta la confirmación de la fundación de la cercana villa de Ugao-Miraballes, en 1379, para encontrar la primera mención del templo2ITURRIZA y ZABALA, vol. I, p. 280. ENRÍQUEZ FERNÁNDEZ, 1991, p. 38..

Después de eso los aspectos formales nos llevan a principios del siglo XVI, cuando sería reedificada la parroquia, a juzgar por los accesos, la ventana de asientos, las ménsulas de apeo de las bóvedas y las capillas. Se generó entonces un espacio de una nave con cabecera recta de igual anchura, un modelo muy divulgado en Bizkaia por su sencillez estructural, además de por su bajo coste: Tabira (Durango), Goikolexea (Larrabetzu), Axpe (Busturia), Andikona (Berriz), Deusto (Bilbao)… Sencillez que no ha de hacernos pensar en pobreza, ya que en ocasiones estos templos eran ambiciosos, como es el caso de éste de Zeberio.

Es, pues, un destacado elemento de la arquitectura transitiva entre el gótico y el renacimiento, de en torno a 1520-1525.

Inmediatamente se construiría el coro, como indican las enjutas o el funículo, relacionables con lo que por entonces se hacía en Santa María de Uribarri en Durango. Sin embargo, o bien la obra se prolongó en el tiempo o medio siglo más tarde se renovó este coro, ya que la bóveda, la rosca del arco y las pilastras son de la segunda mitad del siglo XVI. De hecho, en 1576 se le debían aún 12 ducados y 14 reales al cantero de Kortezubi Domingo de Iturrieta por lo que había trabajado en él3ALZOLA CAVIEDES, 1995, p. 169.. De esos años o poco más tarde es también su antepecho de forja.

Más complejo es fechar las bóvedas, dada la larga pervivencia de los modelos de crucería con terceletes. Las ménsulas estarían dispuestas desde el inicio del XVI, pero los adelgazamientos de los nervios a base de concavidades y las tallas de las claves nos hacen pensar en los años finales finales de aquella centuria.

Los dos pequeños almacenes, a norte y sur, carecen de elementos formales que nos permitan proponer una cronología. Si acaso, la presencia en el del norte de las trazas de las bóvedas nos hace suponer esta habitación de la segunda mitad del XVI.

A aquel buque se irían acoplando otros elementos. El primero sería el pórtico, una estructura popular pero con un nivel de acabado inusual, con la particularidad además de estar firmado. Su construcción se sacaba a concurso en 1628, poniéndose como condición que los cantos rodados a utilizar fueran recogidos en el “rio caudal” que pasa por Ugao-Miraballes, el Nervión, y no los de los regatos del propio Zeberio, considerados de inferior calidad. Se llevó el remate el cantero local Juan de Iturriondo, pero quien finalmente la hizo fue el “maestro enpedrador” Martín de Gorostiza4Ibid. pp. 169-170.. El resultado es de lo más interesante en su género en Bizkaia.

Le seguiría la sacristía, muy singular en su planteamiento por encima del pórtico. Sabemos que se debe a un proyecto de 1746 de Juan Bautista de Ibarra, cantero muy solvente de Ugao-Miraballes, con algunos ajustes del bilbaíno Pedro de Vildosola. El mismo Ibarra se hizo cargo de la construcción, obligándose a terminarla en enero de 1748, pero aún en 1752 seguía con la obra, lo que llevó a la iglesia a pleitear con él, retrasándose el fin de obra hasta 17585AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta - Zeberio, Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00. BFAH-AHFB, Judicial, Corregidor, Civil, sign. JCR 1944/001. ALZOLA CAVIEDES, 1995, p. 170.. Pese a esta conflictiva historia, el resultado fue notable.

Igualmente notable es la torre, un elemento muy dinámico que contrasta con la austeridad del cuerpo del edificio. Iturriza ya aportaba el nombre de su tracista, Gabriel de Capelastegui, quien la proyectaba en 1765. El rematante fue Manuel de Basterra, por un precio de 67.000 reales, aunque luego sufriría incrementos hasta ser acabada en 17716AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta - Zeberio, Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00. BFAH-AHFB, Judicial, Corregidor, Civil, signs. JCR 0245/018, JCR 0740/017, JCR 1374/018. ITURRIZA y ZABALA, vol. I, p. 343. ALZOLA CAVIEDES, 1995, pp. 170-171.. Por las placas recortadas y caladas y por los jarrones de flamas de los ochavos recuerda a varias torres del Duranguesado (Bérriz, Iurreta…) pero también a San Antón de Bilbao o Santa María de Amorebieta-Etxano, todas en la misma línea tardobarroca.

Durante las obras, en 1769, el mismo Capelastegui se ocupó del diseñó de las aguabenditeras que flanquean el ingreso de los pies, bajo su torre; cobró por ello 60 reales7AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta - Zeberio, Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00..

Con posterioridad no parecen haberse realizado obras que afectaran a la imagen del edificio, aunque sí algunos trabajos importantes de mantenimiento. Así, en 1778 era preciso intervenir en los tejados, seguramente afectados por la construcción de la torre. Lo hizo Fernando de Madariaga según traza de Manuel de Echanove, aunque hubo también reconocimientos previos de Francisco de Recalde y Juan de Iturburu. En 1822, ante el mal estado de las bóvedas y el armazón del tejado, se solicitaba informe al arquitecto Agustín de Humaran, quien planteó unas reformas que exigieron 216 jornadas de trabajo. Y aún en 1890 Casto de Zavala dirigía la rehabilitación de paredes y bóvedas, que incluyeron el pintado del templo “en un todo análogo o igual a lo que resulta en la yglesia de San Antonio de Bilbao”8AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta - Zeberio, Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00; Papeles varios, sign. 1808/001-00..

En conclusión, el núcleo gótico del templo y los complementos de los siglos XVI al XVIII conforman en Olabarrieta uno de los conjuntos de arquitectura religiosa más sobresalientes de la comarca.

1. ITURRIZA y ZABALA, vol. I, p. 344.

ITURRIZA y ZABALA, Juan Ramón de. Historia general de Vizcaya y epítome de Las Encartaciones. Ed. de Ángel Rodríguez Herrero. Bilbao: Librería Arturo, 1967 (manuscrito de 1794), 2 vols.

PÉREZ URRAZA, 2009, nº 14, p. 54.

PÉREZ URRAZA, Kepa. “Zeberio haraneko ermiten zehar ibilaldi historiko-didaktikoa”. En Euskalingua. Bilbao: Mendebalde Kultura Alkartea, 2009, nº 14, pp. 43-62.

2. ITURRIZA y ZABALA, vol. I, p. 280.

ITURRIZA y ZABALA, Juan Ramón de. Historia general de Vizcaya y epítome de Las Encartaciones. Ed. de Ángel Rodríguez Herrero. Bilbao: Librería Arturo, 1967 (manuscrito de 1794), 2 vols.

ENRÍQUEZ FERNÁNDEZ, 1991, p. 38.

ENRÍQUEZ FERNÁNDEZ, Javier. Colección documental de los Archivos Municipales de Guerricaiz, Larrabezúa, Miravalles, Ochandiano, Ondarroa y Villaro. San Sebastián: Eusko Ikaskuntza, 1991. (Colección Fuentes documentales medievales del País Vasco, nº31). Disponible en https://www.eusko-ikaskuntza.eus/es/publicaciones/coleccion-documental-de-lo-archivos-municipales-de-guerricaiz-larrabezua-miravalles-ochandiano-ondarroa-y-villaro/art-10056/

3. ALZOLA CAVIEDES, 1995, p. 169.

ALZOLA CAVIEDES, Itziar. Zeberio. Estudio histórico-artístico. Bilbao: Diputación Foral de Bizkaia, 1995. (Colección Monografías de pueblos de Bizkaia).

4. Ibid. pp. 169-170.

5. AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta – Zeberio, Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00.

BFAH-AHFB, Judicial, Corregidor, Civil, sign. JCR 1944/001.

ALZOLA CAVIEDES, 1995, p. 170.

ALZOLA CAVIEDES, Itziar. Zeberio. Estudio histórico-artístico. Bilbao: Diputación Foral de Bizkaia, 1995. (Colección Monografías de pueblos de Bizkaia).

6. AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta – Zeberio, Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00.

BFAH-AHFB, Judicial, Corregidor, Civil, signs. JCR 0245/018, JCR 0740/017, JCR 1374/018.

ITURRIZA y ZABALA, vol. I, p. 343.

ITURRIZA y ZABALA, Juan Ramón de. Historia general de Vizcaya y epítome de Las Encartaciones. Ed. de Ángel Rodríguez Herrero. Bilbao: Librería Arturo, 1967 (manuscrito de 1794), 2 vols.

ALZOLA CAVIEDES, 1995, pp. 170-171.

ALZOLA CAVIEDES, Itziar. Zeberio. Estudio histórico-artístico. Bilbao: Diputación Foral de Bizkaia, 1995. (Colección Monografías de pueblos de Bizkaia).

7. AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta – Zeberio, Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00.-AHFB, Judicial, Corregidor, Civil, signs. JCR 0245/018, JCR 0740/017, JCR 1374/018.

8. AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta – Zeberio, Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00; Papeles varios, sign. 1808/001-00.

MOBILIARIO

La iglesia aparece hoy prácticamente desnuda, con un único retablo y algunas piezas aisladas. Pero sabemos que en Santo Tomás hubo un buen número de retablos: los de San Pedro, San Nicolás, San Agustín, San Antolín, San Sebastián, la Concepción, las Ánimas del Purgatorio, la Soledad, el Rosario, el Sagrado Corazón, San José… Además de imágenes sueltas.

Ha desaparecido también el púlpito realizado en 1774-1775 por el rejero Nicolás de Amandarro, al que añadía el guardavoz con una imagen de San Juan el polifacético Juan de Iturburu, quien cobrara en 1775 por “tres mesas Altares y credencia a la Romana, y una senefa para el corateral de Nuestra Señora del Rosario”, pintado todo un año más tarde por Luis de Foncueva. Igual suerte han corrido las cuatro mesas de altar realizadas por Antonio Echaniz en 18109AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta - Zeberio, Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00; Libro de cuentas y visitas 1803-1839, sign. 1802/001-00..

Pero a estas pérdidas la iglesia alberga una importante colección de obras, en su mayoría reunidas en la sacristía, convertida en un verdadero museo: tallas procedentes de los desaparecidos retablos y de las ermitas, orfebrería, ornamentos…

Retablística

 

Sólo se conserva el retablo mayor [95], que según se decía en 1596 “tiene la doble advocación de Santo Tomás y San Llorente”10ALZOLA CAVIEDES, 1995, p. 169.. Está muy alterado. Recortado, ha perdido el zócalo y el ático y apea ahora sobre unos perfiles metálicos. Lo que queda se distribuye en un banco y dos pisos con tres calles, sometiéndose la mazonería a una rígida cuadrícula vertical y horizontal. La definición de las calles superpone órdenes, el dórico-toscano en el primer piso y el jónico en el segundo, siempre a base de columnas de fuste estriado [96]. Las casas son adinteladas (salvo la central de arriba, en medio punto), rematando las laterales en frontones triangulares –abajo– o redondos –arriba– para espejos. Los entablamentos van decorados básicamente con motivos vegetales, aunque al eje central vemos unos personajes sujetan una guirnalda. Hay abundante esgrafiado con motivos geométricos en enjutas y frontones.

En el banco [97] al centro está el sagrario [98], cuadrangular, con el frente entre pares de toscanas acanaladas sobre zocalillo con tracería de cadeneta geométrica y frontón curvo avolutado con cáliz al centro, rematando todo en friso de listeles y, detrás, panel pintado con ángeles.

A pesar de las pérdidas, el retablo conserva una abundante iconografía. En la puerta del citado sagrario vemos un Descendimiento con la Piedad (48 x 33), y a los lados los Azotes [99] y la Coronación de Espinas [100]. En el banco se suceden personajes aislados (58 x 20) y escenas (70 x 137). Los primeros, sobre base avolutada y con remate en frontón roto, son San Judas Tadeo con su hacha [101], uno con un libro abierto [102], otro (San Felipe?) sujetando un madero y con libro [103], San Bartolomé con el diablo encadenado [104], San Pedro [105], santo con libro y bloque de madera [106], ángel portando la esponja como símbolo de la Pasión [107], y ya al otro lado del sagrario otro ángel portando clavos [108], San Juan Evangelista [109], Santo Tomás con la escuadra [110], Santiago? con libro y bastón [111], San Simón con su sierra [112], San Matías? con cayado con cruz [113] y otro más que mira un libro abierto [114]. Entre ellos se ubican las escenas del Prendimiento [115] y la Oración del Huerto [116].

En el rebanco, de muy poca altura, aparecen seis Virtudes [117] [118] [119] y los cuatro Padres de la Iglesia [120] [121]. Además, se reservan espacios para los evangelistas, recostados [122] [123].

En el primer piso [124] los relieves narran la Duda de Santo Tomás [125] y el Martirio de San Lorenzo [126], escenas encuadradas en ambientes de arquitecturas clásicas, todo muy plástico. Arriba la Natividad, Anuncio a los pastores y Adoración de los pastores [127], todo unido en una imagen, y la Epifanía [128].

Lo descrito hasta aquí son relieves, pero en la calle central se disponen bultos. Van en casas profundas con su intradós para los característicos encadenados clasicistas. Abajo están los dos santos titulares, Santo Tomás [129] y San Lorenzo [130]; arriba la Asunción – Coronación [131].

A pesar de las mutilaciones recientes, el retablo se presenta como una obra romanista de gran interés en el contexto vizcaíno, tanto en la mazonería como en la talla. Ésta, perfectamente enmarcada dentro del romanismo de la mejor estirpe, presenta una sola mano a lo largo de todas las historias y relieves. Se trata del escultor y arquitecto durangués Martín Ruiz de Zubiate, que terminaba el retablo en 1592. Son características de Zubiate las nobles cabezas de cabellos rizados, la estilización y las posturas grandilocuentes, que también pueden detectarse en lo que, retirado del retablo, se conserva ahora en la sacristía. La policromía es sólo ligeramente posterior: de 1596, debida al bilbaíno Juan Ochoa de Madariaga11Ibid. ZORROZUA SANTISTEBAN, 1998 b, pp. 369-373..

Escultura

 

En la capilla del presbiterio al lado evangelio, Jesús atado a la columna [132] (165 x 42 x 44). Madera policromada. De talla sintética, anatomía consumida de hechura torpe y rostro de gesto absorto, flanqueado por sendos mechones de perfil quebrado. El paño de pureza sigue el mismo programa, con telas duras, zigzagueantes. Aunque de plasticidad limitada, será barroca, del siglo XVIII.

En el mismo lugar, Cristo yacente [133] (167 x 88 x 40). Madera policromada. Articulado para la representación del Descendimiento, es de paños adelgazados y su anatomía recuerda el estilo de Gerónimo de Argos. Barroco, se pagaron 900 reales por él en 176012AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta - Zeberio, Cuentas y visitas de 1751-1802, sign. 1795/003-00.. En uno de los almacenes bajo la sacristía se conserva la que será su cruz.

En la capilla del primer tramo al lado epístola, Virgen Dolorosa [134] (153 x 38 x 27,5). Madera policromada. Imagen de vestir, de rostro compungido pero sereno. Muestra las manos juntas en señal de duelo u oración y, como singularidad, tiene los zapatos tallados con detalle, con cinta y lengüeta, así como marcadas las calzas por encima de la rodilla. Barroca, de fines del siglo XVIII.

Lleva diadema [135] (17 x 22,5), de metal, de rayos rectos y ondulantes alternos, rematados en florecillas, con un querubín alado en la parte central de la orla. Pieza funcional, sin mayor alarde, será contemporánea a la talla o ligeramente posterior.

En la sacristía vieja, Inmaculada [136] (155 x 66 x 63). Madera policromada. Pieza de no mala calidad, de rostro delicado y paños movidos enriquecidos con puntillas. Formó parte de uno de los retablos desaparecidos. Barroco, último tercio del siglo XVIII.

Al margen de estas escasas piezas distribuidas por el templo, como consecuencia del desmantelamiento en los años sesenta y setenta del siglo XX de varios retablos y del depósito de imágenes de varias ermitas, la sacristía de la iglesia de Olabarrieta se ha convertido en un verdadero museo, con tallas –y otros elementos– distribuidas por todas sus paredes.

Las piezas procedentes de retablos serán:

Virgen Dolorosa [137] (163 x 45 x 39) y San Juan [138] (168 x 60 x 32). Madera policromada. Formarían parte del Calvario del retablo mayor. Son de potente anatomía, porte monumental y generosos paños algodonosos, como corresponde al momento de su ejecución. La Virgen es de gesto sereno e introspectivo, mientras el San Juan es algo más expresivo, a lo que ayuda el gesto de aflicción de los brazos cruzados sobre el pecho. Destaca además por el trabajo en la talla de los cabellos, a base de caracoles bien definidos. Romanistas, finales del siglo XVI (quizás Martín Ruiz de Zubiate, 1592).

Relieves de la Anunciación [139] (65 x 61,5 x 11) y la Visitación [140] (65,5 x 61 x 10). Madera policromada. Muestran composiciones habituales para estos episodios, con personajes de recias anatomías, gestualidad contenida y telas blandas y pesadas. Se embellecen además con rica policromía, destacando los motivos estofados y dorados donde predominan los vegetales. Romanistas, finales del siglo XVI.

Relieves de Santa Bárbara [141] (73 x 53 x 10,5) y Santa Apolonia [142] (74 x 54 x 11,5). Madera policromada. De características similares a los anteriores. Romanistas, finales del siglo XVI.

Relieves de los evangelistas Marcos [143] (56 x 64 x 7), Lucas [144] (39 x 66 x 8), Mateo [145] (38 x 66 x 9) y Juan [146] (55 x 62 x 8). Madera policromada. Imágenes sedentes acompañadas por sus atributos correspondientes. Están ajustadas a los espacios rectangulares de que disponen, forzando los cánones y proporciones. Son de fisionomía recia, como así mismo resultan las telas, bastante ahuecadas. Romanistas, finales del siglo XVI.

Relieves de Santa Lucía [147] (71 x 18,5 x 10), Santa Águeda [148] (69,5 x 18 x 11), Santa Filomena? [149] (70 x 18,5 x 10), Santa Clara [150] (69,5 x 18,5 x 9,5), San Agustín [151] (54,5 x 18,5 x 11) y San Jerónimo [152] (54,5 x 19 x 11). Imágenes casi de bulto redondo. Son de rostro y porte clásico, sobre todo patente en las figuras femeninas. Romanistas, finales del siglo XVI.

Relieves de la Fortaleza [153] (27,5 x 63 x 12,5) y la Fe [154] (27 x 62 x 9). Madera policromada. Ajustadas al estrecho formato del soporte, están recostadas y en poses algo forzadas. Son de rostro clásico, enmarcado por carnosos mechones y camuflan su anatomía bajo abultadas telas. Se acompañan por columna partida y cruz respectivamente. Romanistas, finales del siglo XVI.

Relieves de la Fe [155] (53,5 x 63,5 x 5,5) y la Esperanza [156] (55,5 x 60,5 x 7). Madera policromada. A diferencia de las anteriores las figuras van sentadas y están dotadas de cierto movimiento, aunque en una disposición poco natural. La talla, así como los rostros y telas, son de hechura menos diestra que las anteriores. Sostienen libros y los atributos que las caracterizan, cruz y ancla. Romanistas, finales del siglo XVI.

Relieve de Llanto sobre Cristo muerto [157] (51,5 x 75 x 7,5). Madera policromada. Alrededor de Cristo, que se dispone en el centro tras ser apeado de la cruz, se distribuyen José de Arimatea y Nicodemo en primera línea, y las Marías con San Juan por detrás. Es una composición compacta y ajustada al espacio del soporte, por lo que algunas figuras presentan cierta desproporción o posturas forzadas. A pesar de ello, se observa buen trabajo de talla, sobre todo en la anatomía de Cristo, así como en los cabellos. Por el contrario, la expresividad de las figuras está más limitada, propia del gusto romanista por la contención emotiva. Ennobleciendo la obra se suma la policromía, salpicada de motivos estofados. Romanista, finales del siglo XVI.

Relieves de la Natividad [158] (116 x 64 x 15,5) y la Epifanía [159] (117 x 66 x 14). Madera policromada. Composiciones armoniosas, en las que llaman la atención las proporciones del Niño y su corpulencia. Los otros personajes muestran rasgos estereotipados, con escasa expresividad, y se visten con ropajes amplios y algo duros. Ambas escenas están ubicadas delante de un pórtico con arquerías y tejadillo, y en la Natividad además asoman por ellos la mula y el buey, de caracterización torpe y fantasiosa. Se acompañan de una vistosa policromía, predominando verdes y rojos, junto a motivos estofados. Romanistas, finales del siglo XVI.

Relieve del Padre Eterno [160] (35 x 121 x 17). Madera policromada. Acogido a un frontón semicircular partido, de perfil moldurado, aparece el busto del Padre Eterno sosteniendo el orbe con su izquierda. Es de factura diestra, destacando sobre todo en la talla de los cabellos, de gruesos mechones, y la generosa barba. Hoy aparece asociado a los dos relieves anteriores, aunque no es claro que procedan todos de un mismo retablo. Romanistas, finales del siglo XVI.

Relieves del Prendimiento de San Pedro [161] (109 x 59 x 15) y Crucifixión de San Pedro [162] (109 x 57 x 15,2). Madera policromada. Escenas insertas en paneles enmarcados y rematados por frontones semicirculares decorados con sendas máscaras y telas colgantes, de regusto clásico. La formulación de las composiciones así como las figuras, responde a patrones del último renacimiento. Romanistas, finales del siglo XVI.

Relieve de la Resurrección [163] (103 x 75,5 x 18). Madera policromada. Escena con Cristo resucitado saliendo del sepulcro. A sus pies una pareja de soldados sorprendidos en posiciones del todo inverosímiles. Destacan los cuerpos robustos, especialmente el de Cristo, así como las generosas telas con las que se cubre. Rostros y cabellos por su parte, se presentan abultados, con bastante agitación en el caso de Jesús. El fondo de la tabla está policromado con ficción de nubes, mientras en el relieve propiamente dicho predominan rojos, verdes y dorados, con toques estofados. Romanista, finales del siglo XVI.

Relieves de dos evangelistas [164] [165] (101 x 93 x 8 y 100,5 x 94 x 8). Madera policromada. Los evangelistas aparecen sentados con sus libros, pero carentes de cualquier otro elemento identificativo. Son tallas rollizas, de buena factura, con telas generosas y dotadas de movimiento, sobre todo en los mantos. Romanistas, finales del siglo XVI.

Relieve de Santa Teresa [166] (87 x 59,5 x 10). Madera policromada. Imagen de la santa que no llega a medio relieve, sobre fondo dorado neutro. Es figura de canon corto, ancho y cubierta de gruesos paños. Su rostro es poco agraciado e inexpresivo, y del cuerpo únicamente asoman las manos en gesto de oración y los pies, bastos. Se viste con toca y hábito carmelita, decorado con motivos estofados sobre la túnica y pincelado con vegetales en verde, ocre y rojo sobre el manto. Romanista, finales del siglo XVI.

Relieve de San Miguel Arcángel [167] (112,5 x 88,5 x 7). Madera policromada. Imagen que presenta al arcángel en el momento en que abate al demonio que trata de interferir en el pesaje de las almas. Figura dinámica, aunque ausente de emoción, de proporciones anchas, sin estilizaciones. El demonio, por su parte, se caracteriza con cuerpo y rostro humano, al que se añaden cuernos, zarpas de animal y pelo en los muslos. Resulta lo más expresivo de la composición, a lo que ayuda la policromía íntegramente en rojo. El resto del conjunto se acicala en tonos dorados, junto a verdes y rojos, y algunos detalles estofados, como la simulación de llamas en la parte inferior del panel. Romanista, finales del siglo XVI.

Virgen del Rosario [168] (77 x 40 x 30). Madera policromada. Imagen de canon corto, rasgos recios y complexión hercúlea, patente sobre todo en el Niño. Las telas siguen el mismo patrón, bien abultadas, blandas con algunos pliegues más quebrados. Por debajo asoma la media luna incompleta. La del Rosario fue una advocación muy extendida desde los años finales del siglo XVI, sobre todo tras la Contrarreforma, de la mano de la orden dominica, como símbolo del triunfo del cristianismo sobre el turco en Lepanto. Romanista, finales del siglo XVI. Ambos personajes llevan coronas de fabricación moderna.

Dos ángeles [169] (84 x 30 x 26 y 84 x 31 x 19). Madera policromada. Figuras en pie, son de anatomía blanda, como así mismo resultan las telas que les tapan parte del cuerpo, muestran gesto ausente y tienen algunas pérdidas de volumen en las extremidades superiores, que impiden saber qué elementos portarían. Lucen policromía de interés con detalles estofados. Romanistas, finales del siglo XVI.

Ángel [170] (77 x 31 x 18,5). Madera policromada. Imagen potente, con anatomía enérgica, en ademán agitado y ligero contraposto. La animación del cuerpo no encuentra correspondencia con la gestualidad del rostro, más grave. En esta parte lo más gracioso es el cabello acaracolado al aire. Interesante policromía con estofados, aunque maltrecha. Sujeta un vástago que será resto de una cruz. Romanista, finales del siglo XVI.

Dos ángeles [171] (95 x 50 x 18,5 y 94 x 50 x 21). Madera policromada. Figuras dispuestas en pendant, que seguramente formaban parte de un Calvario. Ambos están girados y orientan su mirada hacia lo alto, sosteniendo uno de ellos un cáliz (algo deteriorado) y el otro algún otro elemento pasionario, pero que ha perdido, como también parte de los brazos. Resultan figuras elegantes, con gesto sereno y serio, y ataviadas con túnicas voluminosas, que están doradas. También son meritorias las cabelleras, abundantes y a modo de mechones blandos ondulantes. Romanistas, finales del siglo XVI.

Santa Catalina de Alejandría [172] (90,5 x 36 x 23), Santa Marina [173] (94 x 36 x 23), Santo con libro [174] (82,5 x 36 x 24,5) y Santa Ana? [175] (82,5 x 44 x 29). Madera policromada. Figuras en pie, de rostros idealizados, evocando la estética clásica. Varias de ellas portan elementos que permiten identificarlas (rueda y cabeza de Majencio en Santa Catalina, tarasca en Santa Marina), aunque otras resultan más confusas, pues hay dos figuras que únicamente portan sus respectivos libros, pudiendo ser una de ellas Santa Ana, por lo anciano de su rostro. Son de gesto adusto, cabellos ensortijados bien trabajados e indumentaria generosa, que muestra algunos plegados duros, y en general muy diestras policromías aderezadas con motivos estofados. Estas imágenes formaban parte de algunos retablos colaterales, cercanos al estilo del mayor. De su factura no tenemos noticia, pero parecen ser todas de la misma mano, aunque sí hay datos sobre la policromía, que lleva la firma de los Bustrín (Nicolás, Francisco y Domingo), en el año 1668, y que fue tasada en 11.000 reales13BFAH-AHFB, Judicial, Corregidor, Civil, sign. JCR 1061/027. BAHP-AHPB, Protocolos Notariales, leg. 4736, Registros del escribano Sierra Baquiola, 1668-4-15.. Entre el romanismo y el barroco clasicista, principios del siglo XVII.

Santa [176] (76,5 x 32 x 26). Madera policromada. Talla de imagen femenina en pie, que parece sostener un libro, mientras con la otra mano pudo portar una palma, que ha perdido. Es una imagen de factura corpulenta, resultando más diestro el trabajo de las telas que la composición del rostro. Se completa con policromía en verde, rojo y oro, con motivos estofados. Barroco, principios del siglo XVII.

Inmaculada [177] (92 x 38 x 28). Madera policromada. Sigue el modelo castellano de Gregorio Fernández, de composición simétrica, sobre cúmulo de nubes y querubines, los cabellos en largas guedejas discurriendo por los hombros y va ataviada con ropas amplias y de plegados acartonados. Interesante también la policromía, predominando el dorado con motivos de ramos en verde y rojo. Es posible que esta imagen y algunas otras que siguen a continuación formaran parte de tres retablos colaterales no conservados, que fueron ejecutados en 1672 por Domingo de Garaytaondo, arquitecto retablista, y Santiago Castaños, escultor de Bilbao14AM. Zeberio, Protocolos notariales, carp. 18, Registros del escribano Juan de Urquiza.. De hecho, la obra de Castaños seguía la pauta estilística de Gregorio Fernández. Barroco, hacia 1672.

Dos santos franciscanos [178] [179] (101 x 39 x 40 y 100 x 52 x 33). Madera policromada. Han perdido los elementos que permitirían identificarlos. Con un trabajo de la madera correcto, de mejor hechura en el personaje barbado, son tallas de paños pesados y quebrados y cuidada policromía a base de motivos estofados y vegetales pincelados. Barroco, hacia 1672.

San Pedro [180] (112 x 51 x 29). Madera policromada. Imagen en pie del santo tocado con tiara papal, aunque carece de cualquier otro atributo identificativo. Sigue las pautas de las piezas anteriores, con una bella policromía. Barroco, hacia 1672.

San Agustín? [181] (119 x 40 x 34) y Padre de la Iglesia [182] (113,5 x 45 x 30). Madera policromada. El primero está representado con una maqueta de un templo sobre su mano. Ambos son de facciones enjutas y gesto algo embelesado, siendo el trabajo de las barbas y cabellos más esmerado. El que lleva el templo viste túnica, que resulta casi idéntica a la de los santos franciscanos próximos, y ambos lucen mantos de animado colorido. Barroco, hacia 1672.

San Miguel [183] (71 x 45 x 23). Madera policromada. Talla del arcángel al que le faltan los elementos que sostendría en las manos. Por debajo asoma el demonio retorciéndose. A diferencia de otros san migueles, éste no viste atuendo militar, sustituido por peto y una bella túnica policromada con flores y hojas, aspecto éste que dulcifica la imagen, a lo que se suma el rostro, alargado y delicado aunque ausente. Barroco, hacia 1672.

Hay, además, otras imágenes de origen impreciso y bastantes más procedentes de las ermitas del municipio, que eventualmente retornan a sus lugares de origen con motivo de las festividades correspondientes:

San Adrián? [184] (67 x 18 x 12). Madera policromada. Procede de la ermita de San Adrián de Argiñao. Es advocación poco frecuente, de tradición medieval. Intercesor contra pestes y plagas, su culto se extendió por la Península Ibérica entre los siglos VII y XIII. La talla es de factura popular, y suponemos que se trata de este santo por su procedencia y no por que ostente atributo alguno que lo identifique. Solamente porta un libro, viste túnica y manto pegado al cuerpo, y se presenta con melena corta y barbado. Los repintes, de torpes tintas planas, pudieran enmascarar algunos rasgos faciales, pero en cualquier caso, vemos paños muy rectos, disposición frontal hierática, alguna desproporción, rictus inexpresivo… lo que nos sitúa en una cronología plenamente medieval. Gótico, probablemente del siglo XIII.

Andra Mari (Virgen con el Niño) [185] (66 x 27 x 22). Madera policromada. Estuvo en un retablo colateral de la parroquia, aunque parece que procede de la ermita de Santa Cruz. Fija la vista al frente, y sostenía algún atributo que ha perdido (bola, flor…). El Niño por su parte, es de rasgos menos definidos, con lo que parece el orbe en una mano mientras bendeciría con la otra. Los ropajes son sencillos, sin complementos, predominando el dorado, y descienden en pliegues en V pero algo blandos. La posición centralizada del Niño así como la ausencia de contacto Madre-Hijo, podrían hacer pensar en una cronología anterior a la que puede tener. Sin embargo, otros rasgos formales la sitúan en el estilo gótico, siglo XIV.

San Martín? [186] (82 x 24 x 18). Madera policromada. Procede de la ermita de San Bartolomé. Talla popular, de personaje mitrado que sostiene báculo mientras bendice. No lleva ningún elemento que permita determinar su advocación, pero su compostura recuerda por ejemplo al San Martín de Fromista (Palencia). Es de expresión ausente y mirada frontal, con melena redondeada, muy simple. Viste planeta o casulla ribeteada al centro, bordes y cuello, una prenda derivada del mundo romano que va sobre una túnica, y por dentro vestidura blanca, a modo de alba, que asoma abajo. Cae aquella prenda originando surcos en V. Gótico, siglo XIV.

San Sebastián [187] (125 x 26 x 34). Madera policromada. Procede de la ermita de San Bartolomé. Como suele ser habitual, se presenta amarrado a un árbol y asaeteado. Se dispone en ademán dinámico, levantando uno de los brazos mientras el otro gira por debajo. Trata de incrementarse esta insinuación de tensión con el paño de pureza, que vuela en uno de los flancos, por cierto en pliegues algo duros. Las piernas por su parte se muestran más estáticas, únicamente con una leve flexión. Y también el rostro prescinde de mayor emotividad, estando sereno y cercado por una densa melena ondulada. Tardogótico, 1510-152015MUÑIZ PETRALANDA, 2011, pp. 96-97, 122, 204-205, 302..

San Sebastián [188] (104 x 27 x 25). Madera policromada. Imagen del santo densamente asaeteado, sujeto con los brazos por detrás a un árbol. Se muestra mirando al frente, con total ausencia de gesto de dolor o sufrimiento. El cuerpo tampoco muestra tensiones. Se cubre con paño de pureza de pliegues abundantes y blandos, volados en los laterales, y está dorado, con algunos toques de policromía. Tardogótico, 1520-153016Ibid..

San Pedro [189] (96,5 x 51 x 18). Madera policromada. Talla del primer papa de la cristiandad, sentado en su cátedra. Sostiene una gran llave sobre un libro, mientras bendice con la otra mano. De gesto sereno, se toca con tiara-corona papal, y se reviste con túnica y manto de telas blandas aderezados con una interesante policromía, salpicada de hojas, grumos, eses, ces y cintas. Renacimiento, segundo cuarto del siglo XVI.

San Esteban [190] (68 x 25 x 17). Madera policromada. Procede de la ermita de su advocación en el barrio de Etxazo. Talla de hechura un tanto voluminosa, debido a lo abultado de su vestimenta (alba y dalmática). Sostiene un libro sobre el que van tres piedras alusivas a su tormento lapidado. En este mismo brazo cuelga un manípulo, cuya representación en escultura no es muy frecuente. Es de gesto dulce, con la cabeza tonsurada y cabellos lacios. Renacentista, segundo tercio del siglo XVI.

Santos Cosme y Damián [191] [192] (93 x 40 x 20 y 92,5 x 41 x 20,5). Madera policromada. Pareja de imágenes de estos santos y hermanos dedicados a la medicina. Portan sendos libros, además uno de ellos observa una redoma que eleva (seguramente Damián, el farmacéutico), en una pose dinámica, mientras el otro parece apoyar algún instrumento quirúrgico sobre el libro (Cosme, el médico), más parado. Visten una especie de toga y se tocan con un curioso bonete. Renacentistas, último tercio del siglo XVI.

Cristo crucificado [193] (54 x 43 x 14, con cruz 73,8 x 46 x 17). Madera policromada. Imagen popular de Jesús muerto en la cruz. La talla es sintética, hasta angulosa en algunas partes, aunque marca bien el torso y es proporcionada en la definición de articulaciones. El rostro resulta así mismo esquemático, con cabellos y barba de talla grosera. El paño de pureza se anuda a ambos lados y genera un plegado blando en U-V al centro. Parece pieza romanista, último cuarto del siglo XVI.

Calvario [194]. Madera policromada. Procede de la antigua ermita de San Antolín en Zubialde. Formado por las canónicas imágenes de Cristo crucificado (60 x 54 x 11,5, con cruz 107 x 64 x 3), Virgen Dolorosa (57 x 25 x 17,5) y San Juan (55 x 23,5 x 15). Jesús muestra un cuerpo macizo, marcando costillar y algunos músculos en los brazos, se cubre con perizoma de paños blandos anudado en graciosa voluta a su derecha, y se presenta con rictus bastante inerte. La pareja que le acompaña oculta por completo su fisonomía con voluminosas telas, que lucen bellas policromías y estofados, y únicamente se revelan los rostros y parte de los brazos y manos, que muestran rasgos rotundos y expresiones interiorizadas. Romanista, finales del siglo XVI.

Virgen con Niño [195] (82 x 35 x 23). Madera policromada. Procede de la ermita de San Bartolomé. Es una imagen corpulenta, tanto en los aspectos anatómicos y faciales como en los ropajes. Sigue el modelo iconográfico de la Virgen del Rosario, pero porta flor y no rosario. Barroco, principios del siglo XVII.

Santo Tomás de Canterbury? [196] (94 x 36 x 19). Madera policromada. Procede de la ermita de Santo Tomás Zaharra. Imagen de santo obispo en pie, bendiciendo. Es de hechura popular, con rasgos rudos, mitrado y cubierto de túnica y manto engrosados. Barroco, principios del siglo XVII.

Inmaculada [197] (56 x 29 x 16). Procede de la ermita de San Antolín en Zubialde. Tiene las manos en gesto de rezo, ligeramente ladeadas, lo mismo que el manto que le cruza diagonalmente perdiendo la simetría de las inmaculadas modelo Gregorio Fernández. Las telas son abultadas, algunas de plegado aún algo seco y otras más blandas. El tipo iconográfico se acerca a la fórmula de Alonso Cano. Barroco, de mediados del siglo XVII.

Inmaculada [198] (79 x 38 x 24). Madera policromada. Procede de la ermita de Santo Tomás Zaharra. Virgen de hechura abultada, rasgo que aportan las telas, que se quiebran duramente. Persigue cierta movilidad, por el hecho de mostrar las manos en oración ligeramente inclinadas, mientras la cabeza gira hacia el otro lado, en gesto seco. Está coronada y lleva velo, bajo el que deja ver parte de sus mechones ondulantes cayendo por delante. Barroco, mediados del siglo XVII.

San Bartolomé [199] (111 x 53 x 33). Madera policromada. Procede de la ermita de su nombre.. Imagen del santo con el demonio encadenado a sus pies, llevando un libro y cuchillo. Viste túnica de hechura rígida y por encima le cruza el manto, también de pliegues recios, pero que genera cierta movilidad. La factura del rostro es de más calidad, cuidada sobre todo en los cabellos. Barroco, último tercio del siglo XVII.

San Francisco de Asís [200] (129 x 68 x 34). Madera policromada. Procede de la ermita de San Antolín de Zubialde. Eleva su mirada a lo alto, absorto, en ademán contemplativo mientras muestra cierta oscilación en una de las piernas y brazo. Factura correcta en la talla y policromía lisa, ésta posiblemente del XIX. Barroco, primer tercio del siglo XVIII.

Virgen del Carmen [201] (130 x 59 x 42). Madera policromada. Procede de la ermita de San Antolín de Zubialde. Talla que sigue las mismas pautas que la pieza anterior. Erigida sobre cúmulo de nubes y querubines, la Virgen sostiene al Niño algo artificiosamente. Es de canon alargado, buscando cierto movimiento. Los rostros son finos, más armonioso el de Jesús. Presenta algunas pérdidas de volumen (manos). Barroco, primer tercio del siglo XVIII. Repolicromada en el siglo XIX.

Cristo crucificado [202] (81 x 63,5 x 14,5, con cruz 121 x 83 x 19). Madera policromada. Talla de buen estudio anatómico, con Cristo expirante dirigiendo la mirada al Padre. Se ciñe con perizoma de paños ahuecados y nudo volandero, muy bien compuesto. Pieza barroca de calidad, quizás adquirida en 1792 con la parte alta del mueble en el que está instalado, que incluía un “nicho para el Cristo”17AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta - Zeberio, Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00..

Cristo crucificado [203] (50 x 35,5 x 10; con cruz 85 x 50,5 x 13). Madera policromada. Notable imagen de anatomía enjuta, torso alargado marcando costillar, cubierto con perizoma de plegado menudo. El rostro es fino, doliente. Neoclásico, primer tercio del siglo XIX.

Hay otras piezas guardadas en los almacenes bajo la sacristía:

Cristo crucificado [204] (174 x 167 x 35). Madera policromada. Imagen con buen trabajo de talla de Cristo muerto en la cruz, especialmente notable en el rostro y los cabellos. Tardogótico, principios del siglo XVI. La cruz y el Inri son recientes.

Cristo crucificado [205] (187 x 174 x 38). Madera policromada. Talla de calidad, que tal vez estuviera en el retablo mayor de la iglesia formando conjunto con la Dolorosa [137] y el San Juan [138] hoy en la sacristía. De anatomía proporcionada y bellas facciones. Romanista, finales del siglo XVI (quizás Martín Ruiz de Zubiate, 1592).

San José [206] (116 x 70 x 48). Madera policromada. Procede de la ermita de San Antonio de Padua de Ermitabarri. Muy deteriorada en su parte inferior, es una talla de factura algo angulosa, de rostro fino y barbado. Barroco, fue realizada por José Javier de Aldama, vecino de Zeberio, hacia 174118A.M. Zeberio, Cuentas de la parte Infanzona, carps. 16 y 18. LANGE, 1996, pp. 166-167. ZORROZUA SANTISTEBAN, 1998, 292-293.. Originalmente estaba acompañado del Niño [207].

Santa Ana [208] (135 x 62 x 36). Madera policromada. Procede de la ermita de San Antonio de Padua de Ermitabarri. Es de paños movidos. También presenta pérdidas de volumen en su parte inferior y tiene la cara desprendida, Como la anterior es pieza barroca realizada por José Javier de Aldama hacia 174119Ibid.. Originalmente estaba acompañada de la Virgen niña [209].

Repartidos por distintos puntos de la iglesia (capillas, coro, sacristías, etc) se encuentran restos de retablos desmontados (capiteles, placas, muchas columnas…) [210] [211], casi todos del renacimiento romanista. En parte han sido reaprovechados como soportes para imágenes, ambones, etc. Hay también algunas pequeñas imágenes más o menos completas y en general muy deterioradas (angelitos, personajes de un Purgatorio…) [212].

Metalistería

 

Cruz [213] (43 x 28,5 x 4,5). Madera y latón. De brazos rectos, rematados en chapas estriadas y perinolas, al centro el cuadrón es otra chapa redonda estampada y arriba cartela para Inri, con alguna hojita burilada. El Crucificado es del mismo material, de generosa melena y cubierto con perizoma volandero. Debajo calavera y tibias, de buen tamaño. Neoclásico, siglo XIX.

Custodia [214] (59,5 x ø16,8 x ø27). Metal sobredorado. Es de pie redondo moldurado, perfil sinuoso abalaustrado y sol de rayos rectos de distintas larguras. Neoclásico, segunda mitad del siglo XIX.

Cáliz [215] (25 x ø16,6 x ø9,8). Metal y plata sobredorada. De pie lobulado, astil formulado con dos piezas cóncavas, subcopa con flores y lises… todo un repertorio neogótico, completado con tracerías, arquerías y flores tetralobuladas. Presenta punzón de fabricante FFB dentro de rombo y Mercurio mirando hacia la izquierda, correspondiente a París, siglo XIX (después de 1838).

Caja de crismeras [216] (17 x 23 x 22,5). Madera y metal. Caja de madera lisa, con una cartela que indica ARCIPRESTAZGO / DE / CEBERIO. En el interior se divide en cuatro espacios para los contenedores. Los tres conservados son recipientes paralelepípedos rectangulares con grabados en la parte superior indicando los aceites. Siglo XX.

Relicario [217] (28,3 x 13,4 x 8,2). Metal dorado. Formado por una sucesión de hojas, ces, florecillas y grumos, tiene ventana de contorno mixtilíneo –de recuerdos rococós– donde se encuentra la reliquia que se identifica con la cartela Ex Sepul V.Vi. Ecléctico, siglo XIX.

Halo de nubes [218] (27 x 27 x 6,5). Metal en su color. Con base de nubes y estrella central, por fuera corren grupos de rayos rectos. Neoclásico, principios del siglo XIX.

Dos ciriales [219] (33 x ø16). Metal parcialmente dorado. De perfil troncocónico invertido, decorados en la base con hojas de acanto superpuestas. El resto de la superficie es lisa. Siglo XIX

Dos candeleros [220] (32 x 18 x 18). Bronce dorado. Con la base cuadrada elevada sobre cuatro patitas, son de perfil abalaustrado y mechero cilíndrico moldurado. Siguen un modelo del siglo XVII pero que se volvió a poner de moda en el XIX, cronología que consideramos adecuada a estas piezas.

Atril [221] (11,5 x 29,5 x 25,5). Bronce dorado. Pieza de fabricación industrial, cuyo interés radica en ser un diseño de Antoni Gaudí. 1910-1914.

En la sacristía, campana de Santa María [222] (45 x ø48). Bronce. Esquilonada. Inscripción: SANTA MARIA ORA PRO NOBIS AÑO 159220BARRIO LOZA, José Ángel (dir.), MOLINUEVO ZABALLA, María, y ROMANO VALLEJO, 2005, pp. 170-171..

En la torre, campana de Santa María [223] (77 x ø74). Bronce. Esquilonada. Inscripción: STA MARIA ORA PRO NOBIS AÑO DE 186821Ibid..

Herrajes de las puertas de los pies [224]. Hierro. Flejes de cabeza bífida con los picos vueltos, bocallave con los mismos remates y pasador y barra con decoración de aspas y estrías, todo según modelos del siglo XVI.

Herrajes de las puertas de la sala de máquinas de la calefacción [225]. Hierro. Flejes de dos tipos, unos con remate romo y tachones grandes, otros con cabezas flordelisadas y clavos más pequeños. Al menos estos últimos responden a formas del XVII, aunque de larga pervivencia.

Herrajes de las hojas de la ventana de asientos del coro [226]. Hierro. Muy deteriorados, la bocallave de perfil mixtilíneo y los flejes de cabeza triangular parecen responder a modelos del XVI.

Varales del antepecho del coro [62]. De doble nudo ahusado, más desarrollado en los capitales, donde la panocha se dibuja mediante un pespunte. Último cuarto del siglo XVI.

En lo alto de la torre, cruz-veleta [227]. Hierro. Sol central del que salen brazos flordelisados y entre ellos haces de rayos. El timón, de punta también flordelisada, es de cola en placa lisa. Gran esfera en la base. Barroca, 1771.

Ornamentos

 

Casulla [228], con estola y manípulo. Confeccionado en terciopelo, combinando dos tonos de rojo, fruto de algún arreglo posiblemente en el siglo XVII. La franja central muestra casas para figuras bordadas de apóstoles, enmarcados en capillas con bóvedas de crucería y pináculos. Se trata de figuras bordadas en punto de matiz, sobrepuestas sobre fondos de punto de oro matizado, que crean retículas romboidales. Primer tercio del siglo XVI.

Dos dalmáticas [229] con dos collarines, estola y dos manípulos. Terciopelo rojo con la parte de los faldones en verde. La superficie es lisa, y por todo su perímetro recorre pasamanería de flecos en verde, azul y dorado, coetáneos a la hechura general. Siglo XVII.

Casulla [230], con estola y dos manípulos. Tejido labrado monocromo de seda verde, salpicado de zarcillos y algún fruto, buscando el efecto adamascado. Los motivos han abandonado la geometrización propia del primer barroco en pro de un mayor naturalismo. Último tercio del siglo XVII.

Casulla [231]. Ornamento compuesto por dos tejidos distintos: al centro una franja con grandes flores y vegetales, que buscan el relieve y la profundidad, de acuerdo a los gustos del naturalismo, cargadas de un potente colorido. Y flanqueándola sendos fragmentos de seda cruda, bastante ajada, con zarcillos ondulantes de los que cuelgan piñas, en amarillo y verdes. Mediados del siglo XVIII.

Casulla [232] y dalmática [233], con dos collarines, estola, tres manípulos y dos cubrecálices. Prendas confeccionadas con un tejido labrado y espolinado tipo Gros de Tours, decorado con motivos florales, jarrones y aves, que surcan la pieza en desarrollo sinuoso y vertical. Predominan los hilos en tonalidades naranjas junto a los verdes, sobre fondo de seda color marfil. Segunda mitad del siglo XVIII

Dalmática [234]. Tejido de seda, un damasco de palma color marfil, con motivos de hojas de palma y rameados. Tela de gran difusión desde el siglo XVIII, acompañada en este caso por galones dorados posteriores. Muy maltratado. Siglo XVIII-XIX

Dalmática [235]. Seda de damasco carmesí, con motivos de grandes flores y hojas. Pasamanería posterior. Siglo XVIII-XIX.

Dalmática [236]. Ornamento de seda de damasco verde, con motivos de grandes flores y hojas. Pasamanería posterior. Siglo XVIII-XIX.

Dalmática [237]. Ornamento de seda de damasco de palma morado, con una gran flor central, hojas y granadas. Pasamanería posterior. Siglo XVIII-XIX.

Casulla [238]. Prenda de seda de damasco carmesí, con motivos florales y vegetales. En la franja central delantera y trasera, incorpora bordados de hojas formando cruces, además de una cruz por delante y, por detrás la tiara y llaves de San Pedro. Siglo XVIII-XIX.

Casulla [239]. Ornamento confeccionado con distintos fragmentos textiles, probablemente reaprovechados de diversas piezas. Predomina el damasco carmesí con motivos florales, aunque incorpora por la trasera un petacho de damasco de palma de otra tonalidad. Al centro, una banda de tejido espolinado en rojo y dorado, con ramos de rosas, zarcillos e imitación de blonda. Siglo XIX.

Casulla [240]. De nuevo una prenda realizada con dos tejidos distintos reaprovechados: damasco de palma carmesí para los laterales y banda central de seda en dorado y rojo con motivos a candelieri a base de jarrones estilizados y vegetales. Siglo XIX.

Casulla [241], con estola, cuatro cubrecálices y tapa de corporales y estola. Ornamento idéntico al anterior, pero en este caso con damasco de palma y franja central en color morado. Siglo XIX.

Casulla [242], con estola y manípulo. Vestimenta confeccionada con damasco verde recorrido por flores, hojas y algún jarrón. Siglo XIX.

Casulla [243] y dos dalmáticas [244], con dos collarines y dos manípulos. Ornamento diseñado siguiendo un eje de simetría, con una especie de jarroncito o cáliz del que nacen motivos florales, racimos y alrededor corren hojas de laurel. Tal repertorio nos remite al Estilo Imperio. Se trata en concreto del modelo denominado Cáliz corona, de la casa valenciana Garín e Hijos. Segunda mitad del siglo XIX.

Terno completo: capa pluvial [245], casulla [246] y dalmática [247], con diversos complementos. Confección industrial con un tejido brocado en dorado de inspiración medieval, que forma compartimentos ojivales en los que se incluyen piñas con hojas. Conserva etiqueta por el interior: ORNAMENTOS DE IGLESIA / V. Romo / ASCAO Nº… / BILBAO. Mediados del siglo XX.

Collarín [248]. Pieza bordada sobre seda celeste, con motivos en ocre de cogollo, hojas y zarcillos en simetría central, recercados por hilo tendido en ocre y rojo. Siglo XVII?

Estola y dos manípulos [249]. Prendas confeccionadas con tejido de seda labrado monocromo de damasco granate, con tondos y motivos vegetales geometrizados. Siglo XVII.

Estola [250]. Complemento realizado en seda de color azul, un damasco con motivos vegetales geometrizados. Siglo XVII.

Tapa de corporales [251]. Seda color crudo bordada con flores en los ángulos y corazón al centro, con hilos de seda de colores y recercados por hilos metálicos. Alrededor puntilla de encaje de hilo metálico (punta de España), de perfil sinuoso. Siglo XVIII.

Cubrecáliz [252]. Damasco de palma color negro y rematado perimetralmente por puntilla de encaje de hilo metálico y hojilla de recorrido ondulante (punta de España). Siglo XVIII.

Estola [253]. Confeccionada en seda con damasco de palma color blanco, lleva pasamanería con flecos en rojo y amarillo en los extremos. Siglo XVIII.

Estola [254]. Pieza realizada con damasco de palma color marrón, muy ajada y recompuesta. Siglo XVIII.

Dos manípulos [255]. Confeccionados con dos tejidos distintos: damasco de palma carmesí y, para los extremos, fragmentos de Gros de Tours rosado con trama liseré en blanco formando flores y tallos. Uno de ellos con la seda muy perdida. Siglo XVIII.

Dos estolas, manípulo y cubrecáliz [256]. Piezas realizadas con distintos fragmentos de damasco de palma carmesí, con remates de pasamanería posterior. Siglo XVIII-XIX.

Paño de hombros [257]. Ornamento de seda cruda, con la imagen bordada de una custodia rodeada de tallos, realizado con hilos de seda de colores, hilos metálicos y perlitas y lentejuelas aplicadas. Siglo XX.

Otros elementos

 

En la sacristía, cruz-relicario de altar de Jerusalén [258] (69,5 x 29 x 10,5). Taracea de madera con incrustaciones de nácar. Guarda las reliquias de la Vera Cruz. Al frente lleva el escudo franciscano y por detrás portezuela para receptáculo a modo de contenedor. El Crucificado es una pieza de metal fundido, de anatomía esbelta y bien definida, cubierto con perizoma de paños blandos. Barroco, siglo XVII-XVIII.

En una de las capillas y en el trastero bajo la sacristía, dos sagrarios [259] (78,5 x 69 x 48). Madera dorada y plateada. Elemento de diseño arquitectónico, con la puerta decorada con cáliz sobre nubes, flanqueada por columnas de fuste estriado sobre bases de toro y escocia y remate en capiteles corintios. Sobre todo ello, frontón de silueta semicircular partida, con dos roleos y plataforma al centro para remate que ha perdido. El del trastero algo deteriorado. Siglo XIX.

En la cabecera de la iglesia, delante de las gradas del altar, pila bautismal [260] (92 x ø105,5). Piedra arenisca. De pie ochavado decorado con delicadas tracerías góticas y copa igualmente facetada, troncopiramidal, ornamentada con sogueado en la boca. Importante elemento litúrgico, tanto por su tipología como por su antigüedad y calidad de ejecución. Gótica, hacia 1500.

En la sacristía, sacrarium (aguamanil) [261]. Jaspe negro. Elemento de diseño arquitectónico, con depósito y pila acogidos a hornacina semicircular con bóveda avenerada. La pila bulbosa, el depósito gallonado y el grifo con máscarón. Todo enmarcado entre pilastras acanaladas rematando en frontón recortado y con bolas. Es de la época de la sacristía, labrado por Juan de Olázar por 1.800 reales en 176422AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta - Zeberio, Cuentas de la Anteiglesia de Zeberio 1753-1754, signatura: 1798/029-00; Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00..

En la sacristía, gárgola? [262]. De piedra tallada, consta de una pileta aproximadamente semicircular y un caño a modo de ¿cabeza de dragón? con las fauces abiertas. Pieza de talla popular, que por el tratamiento de los cabellos quizás sea del siglo XVII.

En la sacristía, cajonería [263] (693 x 102 x 114). Madera en su color. Compuesta de dos piezas que ocupan todo el lienzo Norte de la sacristía. La parte inferior es para cajones: cinco cuerpos de tres cajones, más estrechos los laterales, con estructura de pilastras cajeadas y frentes de tracería geométrica y tiradores de hierro. La otra parte es el respaldo, a base de pilastras jónicas enriquecidas con guirnaldas y palmas entrelazadas. El altar, en el centro, acoge una talla de Cristo crucificado entre columnas del mismo orden, rematado todo por frontón triangular. El cuerpo bajo se data en 1754-1755 como obra del arquitecto Pedro Uríbarri, de Bilbao, y el respaldo con su «nicho del Cristo» se compraba en 1792, constituyendo en conjunto un mueble de interés23AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta - Zeberio, Cuentas de la Anteiglesia de Zeberio 1753-1754, signatura: 1798/029-00; Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00..

En sacristía vieja se conservan restos de molduras decorativas que se han desprendido del mueble.

En la sacristía, mesa [264] (101 x 230 x 107). Madera en su color. Tablero y faldones recortados, con patas en cabriolé sobre garras que cogen bolas. Es pieza de buena calidad tanto de diseño como de ejecución. La realizaba en 1783 el maestro carpintero José Antonio de Aréchaga, cobrando por su trabajo 382,50 reales24AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta - Zeberio, Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00.

Mesa de altar [265] (95,5 x 173 x 66). Madera policromada con motivos marmorizados en tonos verde y tierra. Al centro muestra en un tondo el Sagrado Corazón con corona de espinas y llama, y a los lados, continuando el perfil del tondo, sendas placas de perfil mixtilíneo para ramas floridas. Los ángulos se adelantan con siluetas excavadas para arcos de inspiración gótica. Siglo XIX.

Caja-arcón [266] (46,5 x 93 x 49,5). Madera y hierro. De formato paralelepipédico, compuesta por pletinas de hierro lisas afianzadas por clavos sobre la estructura de madera. Es una pieza popular que sigue un modelo habitual desde el siglo XVII, aunque los herrajes, argollas y bocallave parecen del siglo XVIII avanzado.

Dos espejos [267] (183 x 95 x 30). Madera dorada. Marcos muy recargados de flores y hojas, según las modas rococó. Último tercio del siglo XVIII.

Hojas de la puerta de los pies [268] [224]. Madera y hierro. Dos hojas de madera, más pequeña la derecha, en la que se abre puerta en arco deprimido que presenta tallado un panel cuadrangular decorado con aspas excavadas a bisel, el modelo habitual en la carpintería vizcaína de mediados del siglo XVI y que tiene paralelismos sin salir del municipio en Zeberiogana, y en el cercano Orozko en Zaloa o Katadiano. A los herrajes ya nos hemos referido más arriba.

Hoja de la puerta de la sacristía vieja (estancia al norte del presbiterio) [269]. Madera. Una única hoja dividida en dos espacios por un perfil horizontal al centro. Muestra franjas, tres arriba y una abajo (pero serían tres en origen) con talla de servilletas y en cada centro corre en vertical media columna de sección poligonal cubierta de hojas a modo de escamas, rematadas en medias piezas poligonales molduradas. Mediados del siglo XVI.

Ara [270] (32,4 x 31 x 3,4). Piedra (mármol) policromada. Aunque se trata de un elemento tipológicamente muy estandarizado, en este caso destaca por su policromía barroca, probablemente del siglo XVIII.

Estela [271] (165 x 54 x 15). Piedra arenisca. Procede de la parroquia de Santa María Magdalena de Arrigorriaga, de donde pasó a la ermita de Santa Cruz y de allí a esta parroquia de Olabarrieta. Pieza anepigráfica, con decoración grabada al frente y los laterales: figuras geométricas (círculos y semicírculos, aspas, triángulos…) y cruz patada al centro, y en los cantos dientes de sierra en disposiciones diversas. Siglos VII-VIII25Zabala Altube, 1992/93, p. 197. AZKARATE GARAI-OLAUN y GARCÍA CAMINO, 1996, pp. 155-158..

Elementos de interés etnográfico

 

Relicario [272] (19 x ø7,7). Metal dorado. Pie redondo y expositor de perfil arquitectónico, con pináculos laterales, rememorando lo gótico. A través de un óculo se visualiza la reliquia de San Segismundo rey. Historicista, hacia 1900.

Campanilla [273] (20 x ø12). Bronce. De perfil romano, cuerpo liso y boca anillada. Siglo XIX.

Campanilla [274] (23,2 x ø12). Bronce y madera. De perfil esquilonado, es por lo demás muy similar a la anterior. Siglo XIX. Estas piezas, tañidas por los monaguillos, se utilizaban principalmente para anunciar el tránsito del sacerdote cuando se dirigía a dar un viático, así como para la recogida de limosnas.

Carraca [275] (20,5 x 13,3 x 3). Madera. Instrumento de uso litúrgico que se hacía girar para emitir una secuencia de ruidos secos producida por la fricción de la pieza dentada con una lengüeta. Su uso se limitaba a la Semana Santa, entre Jueves y Sábado Santo, para llamar a los fieles y en sustitución de la campanilla. Siglo XIX-XX.

Carraca [276] (105 x 48 x 11). Madera. Formada por una gruesa plancha de madera golpeada por cinco martilletes accionados mediante manivela y rodillo dentado. Es pieza destacada por sus inusuales dimensiones y por la escasez de estas matracas de tabla en nuestro territorio. Siglo XX.

En el bajocoro, banco [277] (86,5 x 224 x 47,5). Madera. Pieza popular, de patas y respaldo rectos, con un sencillo perfil moldurado como remate del respaldo y acanaladuras en los brazos. Siglo XIX?

Vajillas de las cofradías de diversas ermitas [278] [279] [280] [281]. Varios lotes de jarras, cuencos y platos de loza estannífera popular, de barro cocido y medio baño de esmalte en blanco con algún detalle en verde. En varias piezas se añaden además textos identificativo: Soi de / Ceberio Gana / 1817, Ceberio Cofradia San Adrian, y otros de difícil lectura. Se conservan algunas otras piezas de estos conjuntos en la ermita de Zeberiogana y en el Museo de Alfarería Vasca (Ollerías, Álava).

Estandarte de la Inmaculada [282]. Realizado en raso azul con motivos floreados bordados en hilos dorados y plateados. Al centro imagen de la Inmaculada, con rostro y manos de aplicación en papel. Por el reverso es color crudo, con similar repertorio decorativo, y al centro siglas marianas bordadas. Siglo XIX.

Estandarte de Santo Tomás [283]. Confeccionado en raso rojo, lleva cartón de silueta mixtilínea cóncavo convexa pintado con la figura de Santo Tomás y texto identificativo: Sto TOMAS Aptol / PATRONOS / DE / CEBERIO. A su alrededor discurren ces, flores y tallos bordados en dorado con alguna lentejuela. Finales del siglo XIX.

Elementos custodiados en el depósito diocesano (orfebrería y metalistería)

 

Cáliz [284] (21 x ø12 x ø8). Plata en su color. Tiene pie redondo, astil abalaustrado con nudo en ánfora y copa acampanada. Mantiene un diseño clasicista, aún siendo de los años centrales del siglo XVIII, tal como revela el punzón en el fondo del pie, del platero bilbaíno Pascual Elorriaga (P/ELORRIA…), activo entre 1739-1756. Conserva patena (ø12), lisa y algo maltrecha.

Copón [285] (33 x ø14,5 x ø14). Plata en su color. Es pieza lisa de pie realzado por diferentes molduras aboceladas y astil de perfil cóncavo-convexo. La copa es hemiesférica lisa, con tapa relevada con boceles. Está punzonado por Juan Antonio de Vildósola (V en panela), platero de Bilbao activo en el último tercio del siglo XVIII. Es posible que se trate del copón por el que se pagaron 402 reales en 178626AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta - Zeberio, Libro de fábrica 1751-1802, sign. 1795/003-00..

Corona [286] (29 x 34 x 16,3). Plata en su color con restos de dorado. Decorada en el canasto con espejos ovales, cintas de laurea y algún vegetal, tiene cuatro imperiales con ces y hojas y halo de rayos rectos y ondulantes con estrellitas de remate. En el reverso de la base lleva inscripción de donación: A ESPENSA DE D. MANUEL DOMINGO / DE URRAZA, y los punzones de Bilbao, del platero Matías de Ugarriza (UGARRIZA), del contraste Manuel de Loizaga (LOIZAGA) y burilada. Neoclásico, 1814-1825.

Cruz procesional [287] (57 x 35 x 12,3). Latón y esmalte. Procede de la ermita de Andra Mari de Zeberiogana. Cruz exótica en el panorama vizcaíno y en general peninsular, de brazos redondos y lisos, rematados en bolas y nudo de gallones achatado. En éste hay varios medallones esmaltados con los apóstoles. Por el anverso lleva a Cristo, aún muy rígido, y por el reverso a la Virgen algo más evolucionada. Se encuentran piezas similares en colecciones francesas, alemanas y belgas. Posiblemente sea de origen flamenco. Renacimiento, mediados del XVI.

Diadema de la Dolorosa [135], indicada más arriba. Tardobarroca, de fines del siglo XVIII o principios del XIX.

Campanilla [288] (18,5 x ø11). Bronce. Tiene boca moldurada y hombros marcados por una incisión, con el cuerpo adornado por pequeñas figuritas fundidas ¿de apóstoles?. No conserva el mango original. Pudiera ser pieza de fines del renacimiento.

Relicario [289] (26,5 x 10 x 8). Metal dorado. Expositor con pie, de ventana oval, sujeta por angelito y cercada por pareja de figuritas fundidas. Se acompaña por vegetales, ces y remate de cruz. Contiene reliquias de Santo Tomás y San Lorenzo. Rococó, último tercio del siglo XVIII.

Dos mazas [290] (24 x 12 x 12, varal 160). Metal dorado. Las cabezas tienen tres caras, son de perfil mixtilíneo cóncavo convexo, y la superficie se decora con eses, ces y algún otro motivo geométrico. Los varales son facetados, con arandelas molduradas. Rococó, finales del siglo XVIII.

Elementos depositados en el Museo de Arte Sacro

 

Padre Eterno [291] (62 x 129 x 29). Madera policromada. Frontón triangular por el que asoma un busto del Padre Eterno y todo coronado por tres pináculos piramidales. Sería el remate de un retablo. La cabeza, con cabellos y barba engrosados y movidos, y la factura recia de las vestiduras nos indican que es pieza del renacimiento romanista de fines del siglo XVI.

Padre Eterno [292] (29 x 117 x 20). Madera policromada. Pieza que sigue similares características a la anterior, de complexión robusta tanto en rostro como en cabellos y telas. Renacimiento romanista, fines del siglo XVI.

Padre Eterno [293] (45 x 198 x 20). Madera policromada. De anatomía potente, con el cabello y sobre todo las barbas ensortijadas, se viste con telas ricas y voluminosas y se completa con ficción de nubes acaracoladas. Su factura se adscribe al mejor artífice del romanismo en Bizkaia, Martín Ruiz de Zubiate. Renacimiento romanista, hacia 1590.

El prodigio del monte de la Verna o Estigmatización de San Francisco [294] (119 x 101). Óleo sobre lienzo. Destaca por la composición poco frecuente de la escena. Aparece San Francisco junto a Cristo en el momento de recibir los estigmas en el monte Verna (año 1224). Jesús desciende como un serafín alado y el santo muestra sus estigmas en pies y manos. La escena tiene lugar sobre un pequeño promontorio iluminado tenuemente, quizás aludiendo a la leyenda que cuenta que los testigos creyeron ver el monte en llamas, como si hubiese amanecido. La paleta resulta fría y contrastada, siendo mejor la composición que la pincelada. Barroco, siglo XVIII.

Santa Lucía [295] (136 x 103,5). Óleo sobre lienzo. Escena dinámica que presenta una Lucía hermosa y elegante. Dirige la mirada hacia los ángeles que sostienen la bandeja con los ojos, atributo de la santa, mientras sus manos se orientan hacia el lado contrario por donde desciende otro angelito con corona de flores, alusiva a su condición de mártir, como también es la palma que porta Lucía. Su rostro es fino y va vestida con ricas telas, a las que se suman varias joyas. El fondo es neutro, a modo de cielo iluminado, reuniendo todo el protagonismo la figura central. Barroco, siglo XVIII.

La Virgen del Carmen sobre las Ánimas del Purgatorio [296] (107 x 79). Óleo sobre lienzo. Compositivamente la obra se concibe en dos planos: por un lado, en la mitad superior María con el Niño en brazos entre cúmulo de nubes y cabecitas de querubines; y por otro, en la parte baja tres personajes ardiendo en el Purgatorio. Contrasta igualmente la obra por la paleta empleada, lógicamente más cálida en la parte inferior. Los personajes, a su vez, resultan inquietos y de poses movidas en este espacio, fruto sin duda de la naturaleza de las llamas, aunque sus expresiones no resultan muy atormentadas. Mientras, la Virgen y el Niño se presentan sentados, en calma y dirigiendo su mirada misericorde a los condenados. Barroco, siglo XVIII.

Dos grabados [297] (70,5 x 46,7). Aguafuerte. Muy deteriorados, uno de ellos representa a San Ignacio de Loyola rodeado de querubines y enmarcado en rocalla; el otro muestra a San Ambrosio escribiendo en su escritorio, con el mismo encuadre rococó. Se trata de grabados de la casa Klauber (los hermanos grabadores e impresores Johann Sebastian y Johann Baptist, activos entre 1737 y 1787) a partir de dibujos de Johann Georg Bergmüller (1688-1762). Impresos en Augsburgo (Alemania). Mediados del siglo XVIII.

Colección de 11 grabados [298] (39 x 49, 39 x 51). Aguafuerte. Representan diversas escenas de la vida del Papa Pío VI (coronación, visitas diversas a personalidades, arresto, muerte…). Son láminas a partir de dibujos de Luigi Agricola, Giacomo Beys, Luigi Scotti y Ercole Petroni, grabadas por Pietro Bonato, Nicolo Aureli, Giovani Petrini, Pietro Savorelli, Pietro Fontana, Angelo Campanella, Domenico Marchetti, Giovanni Petrini y Allesandro Mocchetti. Impresos en Roma, 1805.

JMGC – RCL

9. AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta – Zeberio, Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00; Libro de cuentas y visitas 1803-1839, sign. 1802/001-00.

10. ALZOLA CAVIEDES, 1995, p. 169.

ALZOLA CAVIEDES, Itziar. Zeberio. Estudio histórico-artístico. Bilbao: Diputación Foral de Bizkaia, 1995. (Colección Monografías de pueblos de Bizkaia).

11. Ibid.

ZORROZUA SANTISTEBAN, 1998 b, pp. 369-373.

ZORROZUA SANTISTEBAN, Julen. «Reflexiones acerca de la escultura romanista en Vizcaya. Martín Ruiz de Zubiate en Ceberio». En Ondare. Donostia-San Sebastián: Eusko Ikaskuntza – Sociedad de Estudios Vascos, 1998, nº17, pp. 365-373. Disponible en https://www.eusko-ikaskuntza.eus/PDFAnlt/arte/17/17365373.pdf

12. AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta – Zeberio, Cuentas y visitas de 1751-1802, sign. 1795/003-00.

13. BFAH-AHFB, Judicial, Corregidor, Civil, JCR 1061/027, sign. JCR 1061/027.

BAHP-AHPB, Protocolos Notariales, leg. 4736, Registros del escribano Sierra Baquiola, 1668-4-15.

14. AM. Zeberio, Protocolos notariales, carp. 18, Registros del escribano Juan de Urquiza.

15. MUÑIZ PETRALANDA, 2011, pp. 96-97, 122, 204-205, 302.

MUÑIZ PETRALANDA, Jesús. Reflejos de Flandes. La escultura mueble tardogótica en Bizkaia. Bilbao: Museo Diocesano de Arte Sacro, 2011.

16. Ibid.

17. AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta – Zeberio, Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00.

18. A.M. Zeberio, Cuentas de la parte Infanzona, carps. 16 y 18.

LANGE, 1996, pp. 166-167.

LANGE, Jürgen. Economía rural tradicional en un valle vasco. Sobre el desarrollo de estructuras mercantiles en Zeberio en el siglo XVIII. Bilbao: Beitia, 1996.

ZORROZUA SANTISTEBAN, 1998, 292-293.

ZORROZUA SANTISTEBAN, Julen. El retablo barroco en Bizkaia. Bilbao: Departamento de Cultura de la Diputación Foral de Bizkaia, 1998.

19. Ibid.

20. BARRIO LOZA, José Ángel (dir.), MOLINUEVO ZABALLA, María, y ROMANO VALLEJO, 2005, pp. 170-171.

BARRIO LOZA, José Ángel (dir.), MOLINUEVO ZABALLA, María, y ROMANO VALLEJO, María. Bizkaiko kanpaiak / Campanas de Bizkaia. Bilbao: Bizkaiko Foru Aldundia – Kultura Sailak / Diputación Foral de Bizkaia – Departamento de Cultura, 2005. (Colección Inventarios, nº12). Disponible en https://www.bizkaia.eus/Kultura/kanpaiak/index.asp?idioma=CA

21. Ibid.

22. AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta – Zeberio, Cuentas de la Anteiglesia de Zeberio 1753-1754, signatura: 1798/029-00; Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00.

23. AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta – Zeberio, Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00

24. AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta – Zeberio, Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00

25. Zabala Altube, 1992/93, p. 197.

ZABALA ALTUBE, María José. “Pervivencias iconográficas pre-romanas en las estelas medievales vizcaínas”. En Kobie (Serie Paleoantropología). Bilbao: Diputación Foral de Vizcaya, 1992-1993, nºXX, pp. 195-207. Disponible en https://www.bizkaia.eus/fitxategiak/04/ondarea/Kobie/PDF/2/kobie_20_PERVIENCIAS%20ICONOGRAFICAS%20PRE-ROMANAS%20EN%20LAS%20ESTEL_15.pdf

AZKARATE GARAI-OLAUN y GARCÍA CAMINO, 1996, pp. 155-158.

AZKARATE GARAI-OLAUN, Agustín, y GARCÍA CAMINO, Iñaki. Estelas e inscripciones medievales del País Vasco (siglos VI-XI). I. País Vasco Occidental / Euskal Herriko Erdi Aroko hilarri eta inskripzioak (VI-XI. Mendeak). I. Euskal Herriko Mendebaldea. Bilbao: Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea Argitalpen Zerbitzu, 1996. Disponible en https://www.academia.edu/1267216/AZKARATE_A_GARC%C3%8DA_CAMINO_I_1996_Estelas_e_inscripciones_medievales_en_el_Pa%C3%ADs_Vasco_occidental_Bilbao_Universidad_del_Pa%C3%ADs_Vasco

26. AHEB-BEHA, Parroquia de Santo Tomás de Olabarrieta – Zeberio, Cuentas de la Anteiglesia de Zeberio 1753-1754, signatura: 1798/029-00; Cuentas y visitas 1751-1802, sign. 1795/003-00.